Corazón de papel
Capitulo 39: La gente que te quiere
Capitulo 39: La gente que te quiere
¡Hola a todos! ¡Hoy es día de madrugar! ¡Si señores! Hace pocos minutos ha empezado el nuevo día, sin embargo eso no me detiene para traerles el nuevo capítulo. En esta ocasión, Alex y Blair terminan de ponerse de acuerdo para el baile. Muchas sorpresas esperan. Sin embargo, ¿qué pasará una vez que lleguen a ese lugar? ¿Será Alex capaz de enfrentarse a su familia?
Capitulo 39
La gente que te quiere
Porque aquellos que te aman estarán allí sin importar cuanto deban esperar...
Fragmento:
— ¿Podrás con
esto? —pregunto, dudosa.
¿Se siente lo
suficientemente valiente como para exponerse de esa manera?
Regresa la
mirada hacia mí, y asiente con lentitud.
—He decidido
que quiero salir del hueco en el que estoy metido—murmura.
Sé que le da
miedo enfrentarse a su familia, pero lo admiro. Lo admiro por ser tan valiente
y atreverse a dar este gran paso.
—Sé que puedes
ayudarme. Sólo tengo que pedirte un favor.
— ¿Cuál?
—No te alejes
mucho—pide, desviando la mirada.
Entrecierro la
mirada, entendiendo el porqué de su petición.
Suspiro y
sonrío.
—En ese caso,
soy yo la que te pide que no te separes de mí. Por lo general en los eventos
sociales siempre tengo el triste final de quedarme sentada en algún rincón
mientras los demás se divierten.
Él alza una
ceja.
—No eres muy
sociable, ¿verdad?
Cuando lo dice
así, duele. Por alguna razón las lágrimas se acumulan en mis ojos ante mi cruel
realidad. Pero me obligo a mantenerme bajo control. Esto no es nada nuevo. ¡Mierda!
¿Por qué tengo que ser tan hormonal? Como odio esto. Si no tuviera estas
reacciones tal vez luciría mas fuerte.
¿Por qué? ¿Por
qué le dije eso? Si me hubiera quedado callada habría lucido menos patética.
Soy estúpida.
—La verdad
no—murmuro con pesar.
—Ya veo...
El silencio se
instala entre nosotros con facilidad. Él se remueve en su sitio, visiblemente
incómodo. No sabe que decir. Está bien. No tiene que decir nada. Después de
todo, sus heridas emocionales son las importantes aquí, no las mías. Me giro
hacia el armario y vuelvo a buscar entre las prendas, pero esta vez mis
movimientos son lentos. Me siento como si me hubieran exprimido una parte del
alma. Sé que tengo que concentrarme en buscar, pero no puedo. Solo puedo
dedicarme a experimentar la punzada de dolor que tengo justo en el centro del
pecho.
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